Días de Rock de Garage
- Dante Toribio López
- 5 sept 2018
- 2 Min. de lectura
¿Has escuchado la frase: “Nunca juzgues a un libro por su portada”?, pues aquí no queda eso. Este libro desde la portada es una joya.
Vamos de la mano con Juliana, una chica de once años amante del rock y futbol. Sin importarle los estereotipos y lo que es bueno y malo para una niña. Como dice Paul Stanley de Kiss: “Un hombre (en este caso una mujer) con una guitarra (en este caso un bajo) puede dominar el mundo”. Seguramente nuestra protagonista lo logrará.
Leemos una historia en la que junto a su banda conformada por vecinos, ella toma su instrumento para empezar tocando covers, muy mal tocados, pero que con el tiempo irán mejorando, gracias a que ella se convertirá en la mejor bajista del barrio.
Entretenida, divertida, constante en el sentido de que nunca hay un bajón literario y sobre todo empático. ¿Cuántas mujeres se han detenido a no seguir sus sueños por el qué dirán, por la falta de apoyo de sus familias o porque no son buenos en la ejecución de sus instrumentos? Ella va en contra de todos, vive con un corazón inocente en el que se da cuenta de que se encontrará con muchos baches a través del camino, pero si persigues tus sueños y te esfuerzas por ellos, los podrás alcanzar.
Un libro repleto de referencias al rock, con nombre de bandas que han sido inspiración a través de los años, lo que le da un ingrediente extra.
Escrito por el colombiano Jairo Buitrago y publicado en 2012 con la fantástica ilustración en portada de su compatriota Diego Patiño, este libro dedicado para niños a partir de los nueve años, los adultos lo disfrutarán y sobre todo, les devolverá el amor por la música y las ganas de tomar un instrumento para empezar desde cero.
Y si tienes una banda, tienes que leerlo. Te demostrará que ningún sueño es imposible, que el estar dentro de una agrupación es una de las mejores decisiones de vida, que te brindará hermanos de carretera y que cuando los malos momentos (que serán la mayoría) lleguen, disfrutarán de los mejores al máximo.
Demos las gracias a Los Mensajeros (si lo leen sabrán quienes son) que cumplieron con su cometido: darnos un verdadero espectáculo en el que el lector sufrirá una catarsis y solo querrá escuchar música cuando termine con la última página.
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